El día 24 de abril del
2012 fue uno de los días más felices para la afición Madridista; esa noche el
Fútbol Club Barcelona quedó eliminado de la Champions League al caer en
semifinales con el Chelsea de Fernando Torres y Juan Mata. Los tertulianos
merengues habituales de Futboleros y Punto Pelota no cabían de alegría; la
prensa blanca del siguiente día dedicaba columnas y columnas al feliz suceso; y
las calles de Madrid eran testigo de sendas entrevistas a diversos aficionados
eufóricos por la gran noticia; “fin de ciclo para el Barça”, “la décima copa
será para el Madrid”, eran los comentarios de los entrevistados.
Un día después la
alegría se mudo a Barcelona; el 25 de ese mismo abril, el Real Madrid cayó
también eliminado de la máxima competición europea de clubes con el Bayer de Franck
Ribéry y Arjen Robben. Ahora tocaba el turno de los tertulianos culés para disfrutar
su momento en Marca TV e Intereconomía; esa misma noche se imprimían las
portadas del siguiente día de la prensa blaugrana con tremendos titulares
destacando el fracaso del rival. Al siguiente día los reporteros recorrían las
calles de la Ciudad Condal para darles la oportunidad a los aficionados del
Barcelona de expresar su gran alegría; “anoche cayó en mi patio el balón que
Sergio Ramos pateó anoche y falló” era una de las frases más repetidas.
Todos ganan, entonces
todos contentos… ¿o no?
Desde que José
Mourinho llegó al fútbol español se ha encomendado a la labor de cuestionar los
triunfos del rival, así como la legalidad de las competiciones oficiales y la
parcialidad de los árbitros. Se trata de una estrategia que el técnico
portugués suele utilizar con el fin de desestabilizar al contrario, así como para
blindar su vestuario atrayendo la atención sobre él ocupando el lugar de sus
jugadores. Muchos periodistas y seguidores alaban la artimaña y argumentan:
“que listo que es”; la directiva encabezada por Florentino Pérez; el cuerpo
técnico, Aitor Karanka incluido; los jugadores de la plantilla y el capitán
Iker Casillas, hoy apoyan y justifican este medio para conseguir el último fin,
“vencer al mejor Barça de la historia”.
Pep Guardiola no se
ha quedado atrás, aunque mucho más medido que el portugués, también ha tenido a
bien cuestionar la ética de los colegiados y en muchas ocasiones su
comportamiento en el campo no ha sido el más correcto, llegando incluso a
provocar al rival e iniciar así tremenda bronca en las inmediaciones de la zona
técnica. Parece claro que en algún momento, la encomienda para los jugadores de
Barça dentro del terreno de juego era la de exagerar cualquier lance y simular
algún tipo de agresión. La espiral de violencia verbal se trasladó a los foros,
tweets y blogs de todo el territorio
nacional.
Resulta cuanto menos
curioso ver a dos de los equipos más grandes y poderosos de Europa quejarse de
los árbitros.
Al parecer, las
directivas de ambos clubes se han puesto de acuerdo y coinciden en que el
calendario de la liga BBVA les perjudicó al final, al tener que disputar el
clásico Barcelona-Madrid, decisivo para definir al campeón del torneo local y a
unos pocos días de las semifinales de la Champions League que los dos equipos terminaron
perdiendo. Pero de lo que nadie habla es del desgaste emocional y psicológico
que fue mermando a jugadores y cuerpo técnico durante toda la temporada, y que
seguramente terminó pasando factura contra todos aquellos que tuvieron que
rendir sobre el terreno de juego.
La rivalidad sana
debe existir en el deporte, sin ella no hay competición y entonces no tendría
sentido más allá del cultivar e cuerpo. A nadie le gusta perder y es cierto que
todos juegan para ganar, pero el precio a pagar debe tener un límite, no todo
vale para triunfar; la esencia misma del deporte es el juego limpio, respetar
al contario y estrechar la mano del rival cuando ha terminado el partido, se
haya perdido o ganado. Se pueden perder los papeles en algún partido como algo
puntual, pero establecer la confrontación y la violencia de forma sistemática
opaca la pureza del fútbol.
Al final el Chelsea
y el Bayer disfrutarán de la soñada final el día 19 de mayo en ese maravilloso
estadio Allianz Arena de Múnich